Internet está salvando la cultura, no matándola

El secreto para lograr la longevidad como un experto es hacer predicciones que no se puedan comprobar con facilidad. Así que aquí va una para la cápsula del tiempo: dentro de 200 años, más o menos, la gente-robot de la Tierra verá los primeros años del siglo XXI como el comienzo de un renacimiento extraordinario del arte y la cultura.

Todo lo anterior puede sonar poco probable para quienes vivimos el presente. En las última décadas hemos visto cómo la tecnología ha amenazado el antiguo orden de los negocios culturales, entre ellos la aniquilación de la industria musical, la muerte de la suscripción por cable, la debacle de los periódicos y la penuria de las librerías independientes.

Sin embargo, la situación está cambiando; para la gente del futuro, nuestra época podría ser recordada como un periodo de rejuvenecimiento y renovación.

Parte de esta historia se encuentra en el arte. En casi todos los formatos culturales, ya sean películas, música, libros o artes visuales, la tecnología digital está permitiendo el surgimiento de nuevas voces, está creando nuevos formatos para la exploración y está dejando que los fanáticos y otros creadores participen en una remezcla gloriosa de las obras. Esto no es nuevo: desde los blogs hasta los podcasts pasando por YouTube, en los últimos 20 años ha habido una sucesión de formatos que ha eliminado las barreras para el surgimiento de lo nuevo.


Sin embargo, la mayor parte del tiempo, la dimensión comercial de la cultura estuvo bajo ataque. Internet enseñó a toda una generación que el contenido no era algo por lo que se debía pagar. Por lo tanto, durante años, las empresas de contenido digital —en especial los negocios de noticias en línea— estuvieron condenadas a buscar un modelo comercial que solo fuera posible a escala y con base en la publicidad. Intentaron llegar a millones de lectores, espectadores o escuchas con la esperanza de obtener centavos por cada usuario que viera los anuncios. No solo fue insostenible, sino que también estaba arruinando la cultura: no dejó espacio para los actos más pequeños y los nichos más sutiles, e hizo que todo se volviera una lucha para obtener clics. El panorama se veía sombrío.

Pero ahora algo sorprendente ha sucedido.

En años recientes, y en los últimos 12 meses con mayor intensidad, la gente comenzó a pagar por el contenido en línea. Lo están haciendo a un ritmo acelerado, de manera recurrente y confiable, a menudo por medio de suscripciones. Y están pagando por todo.

Ya se sabía del aumento de las plataformas de medios basadas en suscripciones: cosas como Amazon Prime, Netflix, Hulu, HBO, Spotify y Apple Music. No obstante, la gente también está pagando por contenido menos convencional y específico para públicos más pequeños. Se están suscribiendo para escuchar a creadores de podcasts, ver a comediantes y estrellas chifladas de YouTube, así como para obtener el contenido de novelistas y artistas de cómic.

Incluso están pagando para leer noticias.

Es difícil exagerar la importancia de todo esto. Más de 20 años después de que por primera vez llamara la atención y comenzara a destruir todo lo relacionado con el financiamiento de la cultura, la economía digital finalmente está empezando a fusionarse con una manera sustentable de respaldar los contenidos. Si siguen aumentando las suscripciones, no solo significará que algunos de sus creadores favoritos sobrevivirán al internet, sino que también podría provocar un cambio profundo en la forma en que encontramos y mantenemos al nuevo talento cultural. Podría haber una variedad más amplia de artistas y arte y se podrían forjar conexiones más cercanas entre la gente que produce arte y la que lo disfruta.

“Las tendencias macro son muy estimulantes y fascinantes”, dijo Jack Conte, fundador de Patreon, una de las empresas al frente de la revolución de las suscripciones. Patreon permite que la gente se suscriba al trabajo de los artistas, pero en vez de financiar proyectos específicos, como en Kickstarter, se hace de manera recurrente.

“Queremos cambiar completamente el mecanismo de financiamiento que impulsa la producción del contenido en línea”, señaló Conte. “Queremos cambiar la manera en que se paga por las cosas y cómo funciona la red. Para nosotros es un problema muy pero muy importante”.

Conte fundó Patreon en 2013 y desde entonces ha financiado 100 millones de dólares en arte, mientras que los creadores de la plataforma están duplicando sus ingresos cada año. Los mejores creadores pueden ganar miles de dólares al mes. En 2016, más de 35 artistas recaudaron cada uno más de 150.000 dólares en la plataforma.

“Sí creo que algo cambió culturalmente”, dijo Conte. “Esta nueva generación está más preocupada por el impacto social. Existe un deseo de votar con sus dólares, su tiempo y su atención”.

También está sucediendo algo similar en el negocio de las noticias. The New York Times y muchos otros periódicos informaron que hubo una explosión de suscripciones después de que Donald Trump ganara las elecciones el año pasado en Estados Unidos.

La tendencia no ha ido a la baja: la semana pasada, este periódico informó que, en los últimos meses, un programa que recauda “patrocinios” para estudiantes acumuló suficiente dinero para que 1,3 millones de estudiantes tuvieran acceso a NYTimes.com. El dinero provino de más de 15.500 personas, entre ellas un donante anónimo que aportó 1 millón de dólares. En su informe de ganancias del mes pasado, The New York Times también reveló que en este momento tiene más de tres millones de suscriptores para sus versiones impresas y digitales.

En todo el mundo hay otras suscripciones que también están creciendo. En 2016, los usuarios de Apple gastaron 2,7 mil millones en suscripciones en la App Store, un aumento del 74 por ciento en relación a 2015. La semana pasada, Spotify anunció que en 2016 su base de suscriptores aumentó dos tercios, de 30 a 50 millones. Apple Music ha registrado a 20 millones de suscriptores en casi año y medio. En el último trimestre de 2016, Netflix sumó 7 millones más de nuevos suscriptores, una cantidad que rebasó sus expectativas y rompió el récord de la empresa.


Ahora tiene casi 94 millones de suscriptores.

Ha habido críticas a las enormes plataformas de contenido por el modo en que tratan a los artistas. Aunque muchas personas estén pagando servicios como Spotify, los críticos aseguran que puede ser difícil para los músicos ganarse la vida con la plataforma, en especial para los más pequeños.

Sin embargo, muchos artistas están encontrando la manera de revertir estas dificultades. Gracias a Facebook, Instagram y Twitter, hoy los artistas pueden establecer relaciones cercanas con sus seguidores. Pueden vender sus productos y ofrecer promociones y contenidos exclusivos para sus fanáticos. Además, después de que encuentran un público, pueden utilizar sitios como Patreon para obtener un pago confiable de parte de sus seguidores más leales.

No es fácil encontrar este tipo de acuerdos alternativos; se necesita tiempo, esfuerzo y habilidades en artes poco comunes (como la manera en que funciona el mercadeo de las redes sociales). De todos modos, hay señales de que las cosas están yendo viento en popa: en la entrega de los Grammy del año pasado, el ganador del premio al mejor artista nuevo fue Chance the Rapper, famoso —y lo dice con orgullo— por haber rechazado todas las ofertas que tuvo para firmar con un sello discográfico e incluso para vender su música.

Aunque hay dificultades para moverse en el moderno mercado cultural, también hay un lado positivo.

“Ahora puedo tener una vida normal”, aseguró Peter Hollens, quien crea videos en YouTube donde canta a capela versiones de otros artistas. Hollens vive en Eugene, Oregon, y ahora gana alrededor de 20.000 dólares al mes gracias a su página de Patreon. El dinero le permite contratar servicios de producción y aumentar su rendimiento, pero también le brinda algo más: una sensación de seguridad.

“No tengo que salir de gira y tocar en bares”, explicó. “Puedo ser padre y esposo. Esto normaliza mi carrera. Normaliza la carrera de los artistas, que nunca ha sido normalizada”.





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