Deshidratación en los Mayores

Es la pérdida de agua hasta un grado en que puede ser peligrosa para el funcionamiento de nuestro cuerpo. En los mayores se da con más frecuencia porque tienen disminuida la respuesta a la sed.
1- El agua es vida

La mayor parte del organismo humano es agua. El volumen de agua corporal total en el adulto joven es de alrededor del 60% del peso. Dos tercios del líquido que hay en el cuerpo está dentro de las células (líquido intracelular) y del tercio restante una cuarta parte está en la sangre y el resto en el espacio entre las células (líquido extracelular).



La cantidad de agua corporal disminuye con la edad. De hecho, a los 80 años es posible que sólo entre un 45% y un 55 % sea agua. Esto pone a las personas mayores más cerca del punto donde pueden aparecer los problemas. 


El organismo tiene unos controles internos que sirven para regular la cantidad de agua. Lo hace intentando no perder más agua de la que se ingiere. Cuando por algún motivo se ingiere menos o se pierde más, estos sistemas se ponen en marcha y producen la sensación de sed, además de hacer que el riñón deje escapar menos agua. De esta forma se evita el déficit. 


Las necesidades de agua diarias son aproximadamente de 2 litros. El aporte tiene que reponer lo que perdemos normalmente con la orina, que suele ser 1,5 litros, y lo que se pierde con el sudor, la respiración y las heces (llamadas pérdidas insensibles, porque no resultan fáciles de medir). 


2. ¿Por qué se produce la deshidratación?


La deshidratación se produce cuando se pierde una cantidad significativa de líquido extracelular. Normalmente se pierde sólo agua, pero a veces también se pierden sodio, potasio u otros electrolitos que van disueltos en este líquido.


En estos casos, además de deshidratación, el afectado padecerá otros problemas, como la hiponatremia (déficit de sodio). Todos estos problemas se agrupan con el nombre de desequilibrios hidroelectrolíticos. 


Los motivos para que aparezca la deshidratación pueden ser de dos grandes tipos. En primer lugar, porque se pierda una cantidad excesiva de líquido. En segundo, porque no se ingiera el líquido suficiente. 


La pérdida excesiva de líquido puede deberse múltiples razones: la sudación excesiva por ejercicio o una enfermedad febril, los vómitos, la diarrea, las hemorragias, las quemaduras (al destruirse la piel se evapora una gran cantidad de agua), el mal uso del tratamiento con diuréticos, y muchas otras. 


La falta de aporte de líquido puede ser porque no se sienta la necesidad de beber (como sucede en la demencia y otras enfermedades cerebrales) o porque alguna enfermedad impida beber (como una enfermedad digestiva o el estar inconsciente). 


Las enfermedades que causan deshidratación son más peligrosas en los niños y los mayores. Estos tienen más vulnerables los mecanismos renales, endocrinos y neurológicos que regulan la cantidad de agua, y tienen menos reserva de agua (menor porcentaje), por lo que ante cualquier enfermedad son más susceptibles a deshidratarse. 


3. Síntomas 




La deshidratación afecta a la mayor parte del organismo, de forma paulatina y a veces muy rápida. La persona deshidratada, según el grado en el que se encuentre, tiene sequedad de la piel y las mucosas (la piel de la boca, nariz, ...), mayor número de latidos del corazón, descenso de la tensión arterial y produce una menor cantidad de orina.


Cuando se agrava se puede alterar la función mental con somnolencia, mareo confusión e incluso síncopes. Además, al perderse agua en el cuerpo aumenta la concentración de algunas sustancias en la sangre, y esto puede ser peligroso. 


4. Tratamiento

De nuevo, el tratamiento más importante de la deshidratación es prevenirla. Para ello, siga las normas del sentido común. Si hace demasiado ejercicio o es un día muy caluroso y suda mucho, aumente la ingesta de líquidos (mejor de bebidas isotónicas que de agua).


Haga lo mismo cuando tenga fiebre, diarrea o vómitos. No cometa el error de pensar que beber menos evita los vómitos o la diarrea: si lo hace, está llegando a una situación de extrema gravedad. 


Beba aunque no tenga sed. Acostúmbrese a beber unos dos litros de líquido al día. Y si tiene a su cargo a una persona que no puede o no recuerda beber, insístale y ayúdele a beber lo suficiente. 


Cuando uno sufre una deshidratación y puede beber (no tiene una enfermedad que se lo impida), se puede reponer el agua perdida por vía oral. Cuando la pérdida es excesiva o la persona no puede beber, hay que aportarlo por vía intravenosa. Por eso se usan en muchas ocasiones los sueros en el hospital. Recuerde que si no se trata la deshidratación la persona puede morir. 






Dra. Marina Carpena 

Licenciada en Medicina y Cirugía





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