La ciencia detrás del regalo perfecto

Los científicos sociales nos tienen buenas noticias para la temporada de fiestas. Después de observar a fondo cómo responde la gente a los regalos, tienen un consejo para los compradores: no hace falta que se esfuercen tanto.
No estás obligado a pasar horas buscando el regalo adecuado para cada una de las personas en tu lista. La mayoría estarán felices y contentas con algo fácil y rápido.

No busques la “gran revelación”. Muchos compradores se esfuerzan por encontrar el juguete sensacional o la joya extravagante que provocará drama teatral al momento de abrirlo. No obstante, esto no es lo que quieren quienes reciben los regalos, según un nuevo estudio escrito por Jeff Galak, de la Universidad Carnegie Mellon.

Junto a sus colegas, Galak halló que en ocasiones los regalos no resultan apropiados porque quienes regalan se concentran en el momento del intercambio, mientras que aquellos que los reciben están pensando a largo plazo: ¿Realmente me servirá esto?
Nunca “sobreindividualices” tus regalos. Con demasiada frecuencia, la gente entrega malos regalos porque insisten en comprar algo diferente para cada uno.

En experimentos con tarjetas de felicitación y regalos, los psicólogos descubrieron que por lo general la gente se siente obligada a escoger artículos únicos para cada una de las personas en su lista, incluso cuando los receptores no vayan a saber que están recibiendo un regalo duplicado.

Mientras más regalos escojas, más probable es que selecciones algunos equivocados. Si puedes encontrar algo increíble, no temas obsequiarlo a más de una persona.

No te avergüences de volver a regalar. Los investigadores han encontrado que la mayoría de las personas suponen que quien les dio un regalo se sentiría profundamente ofendido si se lo dieran a alguien más. Pero esos mismos estudios muestran que la mayoría de los obsequiadores en realidad no se ofenden.

Una vez que le han dado un regalo a alguien, piensan que el obsequiado tiene el derecho de disponer del presente como lo desee.

Deja que aquellos que van a recibir hagan el trabajo por ti. Ellos saben mejor que tú lo que quieren. Si te pidieron algo, cómpralo en lugar de tratar de sorprenderlos.

Los psicólogos han descubierto que las personas están más felices cuando reciben productos de su lista de regalos en lugar de presentes no solicitados, y en algunos casos estarán incluso más felices si les das efectivo (pero uno de los investigadores, Francis Flynn de la Universidad de Stanford, señala una excepción: nunca intentes darle efectivo a tu pareja).

Si hay alguien que no ha pedido nada, una tarjeta de regalo es una forma fácil de complacerlo, pero no seas demasiado específico en cuanto a una tienda o un producto. Podrías pensar que un cinéfilo adoraría una (entrada) tarjeta de regalo para un cine, pero quizá preferiría algo menos limitante, como una tarjeta que le permita adquirir películas en línea.

Mary Steffel, una psicóloga de la Universidad Northeastern, y sus colaboradores encontraron que mientras más específica sea una tarjeta de regalo, menos probable es que se utilice.


Ante todo, recuerda esto: lo que piensas por lo general no cuenta. Este hallazgo, que parece contrario al sentido común, surgió de una serie de experimentos realizados por investigadores de la Universidad de Chicago en el Museo de la Ciencia y la Industria.

Armaron parejas entre los visitantes del museo (unas formadas por dos extraños, otras por dos amigos o parientes) y luego llevaron a uno de los integrantes a un cuarto separado, donde debía escoger un regalo para la otra persona entre los objetos de la tienda del museo. A algunos les dijeron que escogieran aleatoriamente, mientras que a otros les pidieron pensar cuidadosamente en los gustos del receptor.

Quienes habían pensado mucho en el regalo naturalmente esperaban que su esfuerzo fuera retribuido, pero por lo general no importaba. Aun cuando quienes recibían los obsequios sabían cuáles se habían escogido al azar y cuáles se habían escogido cuidadosamente, resultó que el obsequio no pensado les gustaba tanto como el pensado.

Solo había una situación en la que sí contaba el esfuerzo: cuando alguien recibía un mal regalo por parte de un amigo o familiar. Los investigadores, Yan Zhang y Nicholas Epley, abordaron esta situación elevando las expectativas del receptor.

Les dijeron a quienes recibirían algo que esperaran un regalo de calidad similar a un artículo de la tienda del museo, un Péndulo de Newton, un aparato con cinco pelotas plateadas y oscilantes que demuestran la conservación del momento lineal. Pero los receptores en realidad no obtenían nada tan deseable.

Las únicas opciones disponibles para quienes regalaban eran productos más baratos: una pluma, un juego de baraja, un llavero o un imán para el refrigerador. Cuando los receptores abrían uno de estos obsequios más baratos se decepcionaban, como estaba previsto, pero se sentían menos defraudados si el regalo lo había escogido un amigo o familiar en vez de haber sido seleccionado al azar.

Aunque no se emocionaban al recibir una baraja, se consolaban pensando que al menos lo había escogido alguien que sabía que les gustaba jugar cartas.


Así que si temes estar destinado a escoger un mal regalo, tal vez deberías buscar algo que muestre que al menos te esforzaste.

Por otro lado, la mejor razón para hacer un esfuerzo es tu propio placer al escoger el regalo: ese gusto puede ser muy real, tal como lo han demostrado varios estudios. Cuando la gente pasa tiempo pensando en un regalo para alguien más, se siente más cercana a esa persona, y eso la pone más feliz aunque no tenga ningún beneficio para el receptor.

He aquí la conclusión, como la resumieron los doctores Zhang y Epley después de sus experimentos en el museo de Chicago: “Si quieres dar un regalo que se agradezca, enfócate en conseguir un buen regalo e ignora si es uno en el que hayas pensado mucho o no”.

“Pero si quieres sentirte cercano a la persona a quien le das el regalo, entonces piensa en tu regalo tanto como puedas, y no te ofendas si ignoran la atención que le pusiste a ese regalo”.

“Si no estás seguro de qué quiere una persona”, aconseja la Dra. Steffel, “regálale flexibilidad”.


Ante todo, recuerda esto: lo que piensas por lo general no cuenta. Este hallazgo, que parece contrario al sentido común, surgió de una serie de experimentos realizados por investigadores de la Universidad de Chicago en el Museo de la Ciencia y la Industria.


Armaron parejas entre los visitantes del museo (unas formadas por dos extraños, otras por dos amigos o parientes) y luego llevaron a uno de los integrantes a un cuarto separado, donde debía escoger un regalo para la otra persona entre los objetos de la tienda del museo. A algunos les dijeron que escogieran aleatoriamente, mientras que a otros les pidieron pensar cuidadosamente en los gustos del receptor.


Quienes habían pensado mucho en el regalo naturalmente esperaban que su esfuerzo fuera retribuido, pero por lo general no importaba. Aun cuando quienes recibían los obsequios sabían cuáles se habían escogido al azar y cuáles se habían escogido cuidadosamente, resultó que el obsequio no pensado les gustaba tanto como el pensado.


Solo había una situación en la que sí contaba el esfuerzo: cuando alguien recibía un mal regalo por parte de un amigo o familiar. Los investigadores, Yan Zhang y Nicholas Epley, abordaron esta situación elevando las expectativas del receptor.

Les dijeron a quienes recibirían algo que esperaran un regalo de calidad similar a un artículo de la tienda del museo, un Péndulo de Newton, un aparato con cinco pelotas plateadas y oscilantes que demuestran la conservación del momento lineal. Pero los receptores en realidad no obtenían nada tan deseable.

Las únicas opciones disponibles para quienes regalaban eran productos más baratos: una pluma, un juego de baraja, un llavero o un imán para el refrigerador. Cuando los receptores abrían uno de estos obsequios más baratos se decepcionaban, como estaba previsto, pero se sentían menos defraudados si el regalo lo había escogido un amigo o familiar en vez de haber sido seleccionado al azar.

Aunque no se emocionaban al recibir una baraja, se consolaban pensando que al menos lo había escogido alguien que sabía que les gustaba jugar cartas.
Si temes estar destinado a escoger un mal regalo, tal vez deberías buscar algo que muestre que al menos te esforzaste.

Por otro lado, la mejor razón para hacer un esfuerzo es tu propio placer al escoger el regalo: ese gusto puede ser muy real, tal como lo han demostrado varios estudios. Cuando la gente pasa tiempo pensando en un regalo para alguien más, se siente más cercana a esa persona, y eso la pone más feliz aunque no tenga ningún beneficio para el receptor.

He aquí la conclusión, como la resumieron los doctores Zhang y Epley después de sus experimentos en el museo de Chicago: “Si quieres dar un regalo que se agradezca, enfócate en conseguir un buen regalo e ignora si es uno en el que hayas pensado mucho o no”.

“Pero si quieres sentirte cercano a la persona a quien le das el regalo, entonces piensa en tu regalo tanto como puedas, y no te ofendas si ignoran la atención que le pusiste a ese regalo”.
































































































































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