El calvario de la cristiana que fue condenada a muerte por tomar unos sorbos de agua

El caso, que conmovió a Pakistán y al mundo, define como pocos el espanto que desatan los fanatismos religiosos.

Asia Bibi se convirtió en un emblema mundial de la lucha por la libertad religiosa

Ese día de junio de 2009 parecía urdido por el mismo Diablo. Viento seco, calor de plomo fundido, polvo que seca las gargantas… Aasiya Noreen (o Asia Bibi, como la llaman), camina, por orden de un capataz, hasta el pozo de agua, llena el balde, pero antes de volver a sus tareas –lavar y barrer–, la sed puede más: junto al pozo hay una vieja taza de metal, la llena, y toma con avidez unos sorbos.

Un vecino, Musarat, la ve y la reprende a los gritos: –¡Está prohibido que los cristianos beban agua de la misma taza que usan los musulmanes!

¿Quién es Asia Bibi? Tiene 38 años. Nació y creció en Ittan Wali, un minúsculo pueblo rural de Sheikhupura, Punjab, Pakistán. Está casada con Ashhiq Masih, obrero de una fábrica de ladrillos. Tiene cinco hijos: tres de un matrimonio anterior de Masih, y dos con él. Católica de clase baja, campesina, sufre el estigma que Pakistán le depara a gente como ella: los trabajos más duros y de ínfimo rango. El sistema de castas…

Sus compañeros intentan convencerla de que abrace al islam, pero se niega. El incidente de la taza de agua corre como relámpago. Asia jura que la agresión de Musarat fue mucho más dura:

–¡Me llamó impura y cristiana inmunda! Me acusó: "Has contaminado nuestra agua, y te atreves a hablar del Profeta. Perra estúpida, tu Jesús ni siquiera tenía un padre conocido… ¡era un bastardo!" Pero le contesté que creo en mi religión y en Jesucristo, que murió en la cruz por los pecados de la humanidad. ¿Qué hizo su Profeta, Mahoma, para salvar a la humanidad? ¿Y por qué debo convertirme al islam? ¿Por qué no se convierte usted al cristianismo?

Cinco días después, Musarat convocó a un belicoso grupo y lo llevó hasta el campo en el que Asia estaba cosechando frutas. La arrastraron, le pegaron puñetazos, y fue a parar a la cárcel bajo la Sección 295 C del Código Penal pakistaní.

Asia Bibi, con uniforme militar pakistaní

El imán del distrito, al interrogarla, fue aún más violento que aquella patota: sólo podía redimirse convirtiéndose al islam. Eso, o la muerte…

El siguiente paso fue aun peor. En una entrevista de la CNN, el oficial de policía Muhammad Ilyas dijo que Asia había insultado a la fe musulmana: "Aseguró que el Corán es falso, que su profeta estuvo en cama un mes antes de su muerte porque tenía gusanos en una oreja y en la boca, que se casó con Jadiya sólo por dinero, y que después de dejar seca su bolsa… ¡la echó de la casa!"

Más tarde, ya abierta la causa contra ella, el juez Naveed Iqbal, a cargo del caso, llegó a la celda de Asia y le ofreció la libertad a cambio de la conversión. 
Inútil: –Prefiero morir como cristiana que vivir libre como musulmana. Creo en Dios y en su enorme amor, y me enorgullece sacrificar mi vida por él.

Siguió presa, y cocinaba su propia comida por temor a ser envenenada…
Para entonces, el clima era insostenible. En otro gesto desesperado, el imán Yusef Qureshi, de Peshawar, ofreció en rupias el equivalente a 4.100 euros para el que matara "a la blasfema".

Ecos sangrientos… El cuatro de enero de 2011, en el Mercado Koshar de Islamabad, el gobernador de Punjab, Salman Taseer, fue asesinado por un agente de su grupo de custodia, Malik Qadri, por defender a Bibi y abominar de la Ley de Blasfemia. Y por la misma razón, dos meses después, mataron al ministro de Minorías, Shahbaz Bhatti, único cristiano en el gabinete de Pakistán. Lo masacraron a balazos después de emboscarlo en su auto cuando llegaba a su casa de Islamabad.

El juicio terminó como estaba previsto de antemano: Aasiya Noreen, ¡condenada a muerte! Pero fue apenas el principio del fin…

Estalló la indignación mundial: las organizaciones no gubernamentales en defensa de los cristianos perseguidos, los grupos como Amnistía Internacional y Human Rights Watch, y el papa Benedicto XVI repudiaron la persecución religiosa y pidieron el indulto para la desdichada víctima "de leyes medievales", como definió el caso buena parte de la prensa occidental… y el papa Francisco recibió a una de las hijas de Bibi.

El periodista norteamericano John L. Allen escribió: "Asia es con seguridad la trabajadora agrícola analfabeta punjabi y madre de cinco hijos… ¡más famosa del planeta!, y una celebridad entre los activistas cristianos, ya que los casos de discriminación contra las minorías cristianas suelen ser casi ignorados por la prensa".

Las redes sociales se plegaron a la protesta, unánimes. La Voz de los Mártires –ayuda a cristianos perseguidos– reunió más de 400 mil firmas en más de 100 países. Umar Al-Qadri, cura islámico afincado en Irlanda, pidió así la liberación de Asia: "Ella niega que cometió blasfemia, y eso debiera ser suficiente para que la Corte la declarara libre, en especial porque la Ley de Blasfemia pakistaní no representa la verdadera enseñanza islámica".


Asia Bibi, al firmar la apelación a su sentencia de muerte en noviembre de 2010 (AFP)

Por fin, el Tribunal Supremo la absolvió el 31 de octubre de 2018. Pero la inocente y flagelada víctima había pasado casi ocho años en el corredor de la muerte. Ocho años quebrada de dolor y lejos de sus hijos.

Pero apenas logró la libertad, decenas de miles de fanáticos islámicos se lanzaron a las calles al grito de "¡A la horca!", y durante tres días, como protesta, bloquearon las principales rutas del país.

No fue gratis: en noviembre, cientos de extremistas del partido islámico Tehreek-e-Labaik Pakistan (TLP) que encabezaron los bloqueos fueron encarcelados, y su jefe, Khadim Hussain Rizvi, acusado de rebelión y terrorismo, podría ser condenado a cadena perpetua.

Libre definitivamente (el 29 de enero de 2019 el Tribunal Supremo rechazó las apelaciones), se supone que vive "en un lugar seguro de Pakistán", según los rumores: nada oficial. Pero a la luz y las sombras del caso…, ¿hay para ella, realmente, un lugar seguro en el mismo país que la condenó a muerte por tomar unos sorbos de agua? Ojalá.

Pero no fue así…

Asia Bibi fue condenada a muerte y estuvo presa 8 años hasta que la presión internacional logró en 2018 la revisión de su pena y su absolución

Después de que un grupo de fanáticos islamistas baleara la casa en que vivían dos de sus hijas, el fantasma de un trágico final acechó a Asia Bibi, que abandonó Pakistán y se refugió en Canadá con toda su familia.
Nada extraño ni improvisado: Justin Trudeau, el premier canadiense, ofreció ayuda a Bibi y los suyos ya el año pasado, cuando el marido de la desdichada protagonista de esa bárbara condena pidió ayuda a varios países de Occidente.

Un vocero del Ministerio de Relaciones Exteriores de Pakistán declaró que "Asia Bibi ha salido del país y viaja por voluntad propia": palabras que sonaron a excusa. ¿Se preocupó acaso durante los ocho años de la mujer en el corredor de la muerte luego de un fallo condenatorio ¡por unos sorbos de agua! que fue un insulto contra la libertad y la dignidad humanas?
En adelante, ella y su familia deben remontar el largo drama y empezar de nuevo. Pero en inferioridad de condiciones…

Según informó Paloma García Ovejero, corresponsal de la cadena Cope en Londres, "la salud de Asia está muy quebrantada. Es urgente que ella reciba el tratamiento médico del que careció durante los ocho años de su cautiverio".
Otro principio del fin. A sus 48 años, en un país protector pero extraño para ella, y sin más sabiduría que labrar la tierra y arrancar sus frutos. Acaso su irrenunciable fe religiosa le infunda la fuerza que necesita. Otra vez… ¡ojalá!

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