El manto que todo lo cubre

La Real Academia Española reconoce casi una veintena de definiciones del término manto en su diccionario. En el lenguaje colonial se denomina manto a aquello que esconde, protege o reviste algo en sentido simbólico, por ejemplo, actuar en un manto de silencio. Es la mejor definición para estos momentos convulsivos y molestos para algunos integrantes de la Iglesia al agitarse las aguas en las reuniones que se llevan a cabo en el Vaticano, al estar nuevamente en el tapete el tema más tabú de la historia de la Iglesia, bajo el manto de silencio de la mayoría de los consagrados. O sea, el abuso, el abuso de la autoridad, la manipulación que aún persiste en algunos obispos que creen que con solo asentir con la cabeza ya cumplen. Y luego, regresando a su humana labor de pastor hacen lo que le es apropiado y beneficioso para ellos y sus protegidos, conocedores de casos, pero ocultando realidades.

Papa Francisco

Reza la Biblia que “…se repartieron sus vestiduras y sortearon su túnica (manta)…” No la quisieron romper, estaba hecha de una sola pieza. Al parecer así se han movido los obispos y parte del clero. No rompamos el pacto; seamos todos iguales. Hecho de lo mismo, una sola representación y composición. Mientras, esperamos que este pacto se deteriore a partir de este mini sínodo que está llevando a cabo.


Papa Francisco, usted dijo hace algunas horas: “…no se puede vivir toda una vida acusando, acusando, acusando a la Iglesia. ¿El oficio del acusador de quién es? ¿Quién es ese que en la Biblia es llamado el gran acusador? ¡El diablo! Y los que se pasan la vida acusando son, no diré hijos, porque el diablo no tiene, pero amigos, primos, parientes del diablo: esto no funciona, hay que señalar los defectos para corregir, pero cuando se señalen los defectos, se denuncien, hay que amar a la Iglesia: sin amor hay espacio para el diablo…”. 


Estamos de acuerdo. Pero déjeme decirle que yo no soy acusador ni pariente del diablo. Yo soy soldado de Cristo, un hijo de Dios, y si acusamos, es porque nunca, nunca hemos tenido respuestas. Señalamos los defectos, denunciamos, siempre nos han ignorado, manipulados con sus palabras y con disfraces de corderos buenos y mansos. Si el oficio del diablo es acusador, también la victima tiene oficio de valentía. Una valentía para desenmascarar y sobrevivir a los espantoso tormentos y recuerdos que los pederastas nos dejan como marca para el resto de nuestras vidas.


"Sepulcros blanqueados", los calificó Jesús a los maestros de la ley. Por fuera lucen hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y podredumbre.


Siempre me manejé en la verdad. Lucho por mi doctrina, mi Iglesia. No sé cual es la suya. La mía es la bandera de la verdad, la transparencia y la justicia.


Fui educado en una familia cristiana. Criticar a la Iglesia no es emparentarse con el diablo. Detrás de una víctima que colabora y hace crítica constructiva, hay familias también.


Sus palabras fueron chocantes para muchas personas; lastiman. Cristo es médico, médico de almas; el médico escucha, luego cura. Póngase en camino y haga que se cumpla. Usted ha puesto en marcha, con un fuerte compromiso, este tiempo de extirpar y depurar aquello que daña.


Papa Francisco le digo: Quien pone la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de los Cielos. Adelante, a paso firme.


(*) Víctima del cura paranaense Justo José Ilarraz, condenado por abusos a 25 años de prisión.

Por Hernán Rausch (*) Especial para Análisis Digital

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